Imagen: Wikipedia
Cerca de Cáceres nos encontramos con Trujillo, una ciudad que durante siglos ha sido una de las más importantes de España, la de los reyes y los grandes descubridores y aventureros que recorrieron tierras americanas en el siglo XV y XVI.
De allí partió Francisco Pizarro, y una imponente estatua ecuestre recuerda al aventurero en la inmensa Plaza Mayor que se abre en el centro de la población. En un extremo de la plaza se levanta la Iglesia de San Martín, una de las muchas que hay en el pueblo.
Todas ellas son de la época en que Trujillo era un punto importante en la vida social y política de Extremadura, en el siglo XV, e incluso anteriores. Pero si sus cinco impresionantes iglesias infunden respeto, sus 15 monasterios y conventos no son para menos.
Tambien sorprende la cantidad de palacios y casas señoriales que se levantan en un pueblo que hoy apenas tiene 10.000 habitantes. Catorce son los que representan otras tantas casas nobles que tuvieron su importancia en esta ciudad.
Se pueden recorrer sus calles en calesa, un viaje que traslada al viajero por el tiempo, ya que buena parte de la población conserva ese ambiente de los años de esplendor en que parte de la Corte estuvo de una manera u otra relacionada con ella.
Sobre una colina, se puede visitar el castillo que defendía la plaza, y después, perderse en el Museo del Queso y el Vino, la casa de Pizarro o degustar cualquier especialidad de uno de los muchos bares y restaurantes que rodean la Plaza Mayor o que se abren en los hoteles de la ciudad.
En el mes de mayo se celebra la importante Feria Nacional del Queso, en la que se exhiben y degustan cientos de quesos de toda la geografía española, bien regados de buen vino. Antes, el Domingo de Resurrección, se celebra en Chíviri, una fiesta convertida en Fiesta de Interés Regional, en la que los vecinos, ataviados con el traje regional, bailan y se divierten para ir de frite el lunes y el martes de Pascua.
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